martes, 2 de junio de 2015

La escritura

Los cimientos de nuestra cultura están basados en el texto escrito. Las inscripciones más antiguas que conservamos son  tablillas de hace 5000  años aproximadamente, los proto-Elamitas fueron sus autores. Con el paso del tiempo, el papiro, el pergamino, el papel, los libros impresos y el hipertexto substituyeron   a las tablillas progresivamente. Casi todos estos soportes son de contenido lineal porque el elector se ve obligado a seguir un orden determinado. Sin embargo, el códice, predecesor del hipertexto, entró en la tabularidad permitiendo la  lectura selectiva y   la toma de decisiones. 
Hoy en día le damos mucha importancia a la escritura moderna y lo mostramos cuando creemos tener la necesidad de escribir todas las cosas que consideramos relevantes socialmente, económicamente, históricamente, etc. En nuestra sociedad dejaríamos de tener un papel activo  si no supiésemos escribir. También se observa dicha importancia en las escuelas y en la política. En el primer caso, tenemos unas instituciones que dan un gran valor a la lecto-escritura; y en el segundo, la política educativa considera la cultura escrita como un medio de “liberación y progreso humano” e intenta erradicar la analfabetización.  Este cambio de mentalidad eurocéntrica se produjo a raíz de la expansión colonial de  occidente.

Según  David R. Olson, existen 6 creencias o mitos relacionados con la cultura escrita:
1. Como transcripción del habla. Es verdad que casi todo lo que decimos puede ser escrito, pero también es verdad que lo podemos interpretar erróneamente porque no es posible captar la entonación ni el énfasis;  Los textos se pueden procesar de diferente forma dependiendo del lector.
2. Como superior al habla. Esta está fundamentada en el hecho de que la escritura es considerada un instrumento de poder porque procede de lo culto,  y el habla es imprecisa y desordenada. Sin embargo, no están en lo cierto porque las lenguas orales son ricas y relegan a un segundo plano la escritura. 
3. Como superioridad tecnológica del alfabeto escrito. Esta afirmación carece de sentido en las lenguas logográficas porque no tienen alfabeto. Además, algunas de estas culturas, como es el caso de Japón, tienen un alto nivel de “alfabetización” y  poseen ciencias y filosofías abstractas. 
4. Como órgano de progreso social. La democracia y el alto nivel de alfabetización van juntos porque si este último disminuyese la sociedad progresiva y la democracia sufrirían.  Sin embargo, no todo el mundo piensa de esta forma, por ejemplo: Lévi-Strauss creía que la cultura escrita era vista por algunos como un medio de esclavitud porque el gobierno obliga al ciudadano a instruirse para que sea productivo y bueno.  En este punto es cuando Olson se pregunta si la cultura escrita es un instrumento de dominación o de liberación.
5. Como instrumento de desarrollo cultural y científico. Esta afirmación menosprecia a culturas orales como la griega clásica que se produjo a  partir del debate y no de documentos escritos, que sólo eran utilizados como modo de preservación.
6. Como instrumento  de desarrollo cognitivo. El conocimiento  se puede comunicar de muchas formas a parte de la escritura, por ejemplo: el habla, gráficos, gestos, dibujos,  cintas de video, etc. 

Diferentes teorías han intentado desmitificar la importancia dada a al cultura escrita. La psicología, una de ellas, intenta explicar el conocimiento con el avance de la ciencia o con el de la cultura escrita. También estudia la relación del leguaje, el pensamiento y la escritura. Este último vínculo , estudiado por Lev S. Vigotsky,  al principio “no es constante a lo largo del desarrollo, sino variable. La relación entre el pensamiento y el lenguaje cambia durante el proceso de desarrollo” Por lo tanto, ninguno de los dos puede existir al margen del otro, y podríamos decir que la escritura es el modelo de la lengua y el pensamiento. 



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